No me interesa hacer un balance de lo que me deja este año, porque la gente siempre intenta ser condescendiente con sus derrotas y con sus triunfos. Más bien, se me antoja repasar pequeños homenajes que presencié a lo largo del 2010 sin hacer demasiada algarabía. Hablo de un par de fiestas privadas en las que sólo participábamos los dos involucrados y que ahora he decidido hacer públicas… Compré más películas, me regalaron libros y leí un par de artículos sobre él que desconocía, mi admiración creció o se fortaleció, y en cualquier caso, Sir Alfred Joseph Hitchcock continuó estremeciendo mis tardes de viernes. A continuación una mirada a nuestros miedos, a nuestras obsesiones y a nuestros más profundos vicios. Acá un rediseño de los posters de cuatro películas emblemáticas del enigmático "maestro del suspense" que nos abandonó hace 30 años, pero que sembró en nuestro inconsciente temores inconfesables y eternos.
Por último, si les gustaron los rediseños no dejen de visitar blog de Liz Marquez, estoy segura que encontrarán bellos e interesantes carteles.
Creo que siempre me interesaron los recuerdos y todos esos artilugios que hemos creado para no olvidar. Quizás una de las tantas razones por las que me gustan las fotografías y las películas en blanco y negro sea justamente porque me cuentan algo que ya no será nunca más, pero que de alguna manera ha logrado quedarse suspendido en el tiempo. Es como si alguien hubiera descubierto la forma de hacerle trampa al reloj y conservara pedazos de pasado.
Hoy asistí a una ceremonia con mis recuerdos. Por mi cabeza circularon las imágenes de las primeras fiestas y de los sonidos que las ambientaban, un muchacho del que ya no recuerdo más que su apodo me contaba algunas cosas sobre ese nuevo grupo. Y luego, mi hermana que insistía diciendo que yo inventaba esas canciones porque jamás las había escuchado. Vi a un Manuel ya muy borroso que deslizaba lentamente su mano por mi -en ese entonces- muy largo cabello mientras cantaba una y otra vez aquellos fragmentos desconocidos de la canción que tanto me gustaba, pero que eran imperceptibles en la gastada cinta de mi cassette. Vi a Manuel repitiendo para mí lentamente la letra, compartiendo su secreto y riendo de manera cómplice. Recordé aquel primer CD, cuando tener uno era realmente un lujo, aquel CD que –ahora lo entiendo- era otro pedazo de camino hacia mi presente. Ese mismo que corrí a escuchar decenas de veces en mi primer viaje de regreso. También pensé en mi padre que insistía en repetir María y también fue partícipe de los ritmos.
Pasaron años entre multitudes y entre cadenciosos momentos, pasaron mis años y también les pasaron a ellos. No exagero al decir que me sorprendí llorando más de dos veces, que las imágenes no sólo eran su historia, sino al mismo tiempo eran la mía. Que ese viaje fue compartido, que les agradezco el conocer un país mucho antes de conocerlo realmente, que mi cariño y mi relación con el ahora viene desde entonces y es a ellos a quien debe miles de piezas este gran rompecabezas.
Tal vez este sea un texto más de los cientos que se escribirán después de ver Seguir Siendo, pero yo necesitaba recordar que recuerdo. Necesitaba decirles que tenía 12 años y montaba mis patines mientras el walkman reproducía la cinta magnética en mis oídos, necesitaba decir que sonreí porque yo sabía la historia de Rarotonga y un mexicano no. Quería contar que buscaba ese mítico lugar entre palacio y catedral, que secretamente me sentí halagada cuando relacionaron Chilanga banda con mi manera de adoptar el lenguaje mexicano y confesar que realmente estoy buscando la secu 23. Sólo quería agradecer su música con mis palabras, sus 20 años en mis 28, su ser mientras todos seguimos siendo… Y continuará lloviendo café en los campos.
Hoy recorde una margarita, hoy recorde que lo quiero y que nunca he podido decirlo cuando está a mi lado. Volví a encontrarlo en ese lugar distante y agradecí las palabras.
Durante algunos días pensé que había cometido un error, que había derramado el té sobre el mantel y que por la fuerza de los últimos acontecimientos lo mejor sería no acercarme en un tiempo a este "mini" espacio virtual. Sin embargo, las casualidades tocan a la puerta y me avisan que debo seguir. Aún así quiero disculparme -anticipadamente- por si llego a caer en el lastimero tono del diario íntimo, en el incómodo lugar de las confesiones o en el poco justificable estílo "yoista" que todos saben, me incomoda.
Esta entrada no será más que un agradecimiento por las palabras, las sonrisas y las flores. Es un atento beso a todos mis amigos que cabalísticamente llevan un mismo nombre y que me han regalado años maravillosos. A quien me enseñó cómo se escribe una carta a los reyes y a quien comparte conmigo sonidos y lecturas. Un abrazo a la mascota y a su dueño. Y finalmente un homenaje póstumo al mecenas que me ayudo desinteresadamente para tener un año más de esta -ya no tan nueva- vida.
Hablamos de mi poco envidiable capacidad para construir escenarios. Lentamente las horas se esfuman y las vidas de todos han cambiado miles de veces. Luego, la normalidad se encarga furiosa de despedazar instante tras instante las existencias alternas que he construído para otros... Tras unos breves segundos sólo quedan sombras y en el vacío las preguntas que nunca serán resueltas.
Días en los que se recuerdan y añoran los lentos paseos en bicicleta. Días que se escapan y van dejando un extraño aroma entre canela y menta. Esos días que ya no compartimos, los que me pertenecen, los de mi memoria.
Esta es sólo una manera de empezar, de compartir y de rememorar. Acá se irán guardando recuerdos, sonidos y palabras... este será un espacio tan suyo, como mío. El espacio de aquellos días que se han ido consumiendo como el té de mi samovar.