18 octubre 2013

TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE AZUL.


La Condesa de Vilches de Federico Madrazo.

Supo entender la señal que indicaba el momento en el que debía abrir los ojos. Seguía tomada del brazo de aquel hombre con el que, en medio de la penumbra, había atravesado varias salas palaciegas. Escuchó la voz que afirmaba con orgullo y pedantería: «Ningún otro pintor ha mirado con más amor, admiración y respeto a su modelo como lo hizo Madrazo al retratar a doña Amalia».
Fingiendo indiferencia, ella contestó que eso podía ser cierto, pero que nadie había pintado azules como los que pintaba Patinir, y que había algo en el vestido que... Y mientras las palabras salían de su boca,  pensó en lo mucho que le gustaría ser la mujer de quien se dijeran tales cosas. Se imaginó cómo sería ser mirada con esos ojos. 
Él fue consciente que su comentario escondía lo que sentía por ella, pero no era el tipo de hombre que contara con el valor para decir una cursilería semejante. 
Los dos sonrieron frente al cuadro durante un par de minutos más. Luego, en silencio, abandonaron la sala.