A. Por fin he tenido tiempo de visitar a mi antiguo jefe. El buen hombre me recibe con la misma calidez y afecto de siempre. Saluda feliz y emocionado, y luego de unos minutos, me dice que la profesora X, a quien no conozco personalmente y con la que sólo he intercambiado un par de correos electrónicos, me ha enviado su más reciente libro. Dice que me lo envía con cariño y que sabe que en él encontraré un texto que será de mi interés. Recibo el libro y, después de algunos minutos más de conversación, salgo un poco desconcertada de la que, hasta hace unos meses, también fuera mi oficina. Abro el libro. Lo reviso con ansiedad y asombro, intentando entender cómo alguien que no me conoce puede conocerme, cómo puede saber qué me interesa. Repaso el índice en el que aparecen nombres como Nikolái Gógol, Carson McCullers y Clarice Lispector, entre otros que me gustan pero no llenan la expectativa de un regalo como ese. Llego al último capítulo y sonrío. Ahí está el extraño y melancólico Robert Walser. Sigo sin entender cómo ha logrado saberlo, pero sé que era a ese capítulo al que se refería la señora X. Le agradezco mentalmente y guardo el libro en mi bolso.
B. Llevo un par de días dándole vueltas a un asunto sobre el que quiero escribir, pero, para variar, no sé bien cómo hacerlo. Mientras eso sucede, me avisan que por fin podré ver el libro en el que colaboré hace algo más de un año. Voy a buscar mi ejemplar cuanto antes. Lo tomo con una desbordante ilusión que se desvanece un minuto después al ver la desastrosa portada en la que parece que un hombre estuviera siendo atacado por una decena de libros. Pienso en todas las conversaciones que he tenido sobre la belleza de los libros. Pienso en el contenido, pero también en todos los elementos que pueden "hacer" a los libros buenos y bonitos libros. Imagino grandes portadas, ilustraciones y pinturas históricas. Pienso, suspiro y guardo el libro en mi bolso.
C. Miro, repaso y vuelvo a admirar su trabajo. Me gusta imaginarme cómo llegó a interesarse en la literatura. Invento su voz y una conversación en la que me cuenta su historia. Leo esa bonita entrada en su blog sobre la pintura de la mercería coruñesa que, curiosamente, se llamaba Veracruz. Invento el día en el me dice que ha decidido hacer para mí una nueva "Lectora buscando un pasaje", y que quiere que me siente a buscar algo en un libro de Walser. Busco a Greg Stevenson. Prefiero regresar a su página y repasar Anti-faces, El libro del voyeur, intento encontrar algo más sobre HiperHibridos. Escribo esto escuchando a Nacho Vegas mientras me pregunto por el carácter de su trazo y el ímpetu de sus pinceladas. Cierro su blog y, mentalmente, guardo sus pinturas en mi bolso.
Lectora buscando un pasaje Lector ensimismado
(Colección particular, 81 x 72, acrílico sobre lienzo) (141 x 86 cm, acrílico sobre lienzo)
En la cama con Chéjov (50 x 100 cm, acrílico sobre lienzo)
La chica que no podía dejar de leer a Sade
(50 x 65 cm, acrílico sobre lienzo)
Lectora compulsiva
(73 x 60 cm, acrílico sobre lienzo)
Lectora de sala de espera
(60 x 60 cm, acrílico sobre lienzo)
LOS RAMONES
(Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez)
Dibujo de la serie HiperHibridos
Pd. Recomiendo especialmente la serie Demasiada calma en la ciudad.