18 octubre 2013

TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE AZUL.


La Condesa de Vilches de Federico Madrazo.

Supo entender la señal que indicaba el momento en el que debía abrir los ojos. Seguía tomada del brazo de aquel hombre con el que, en medio de la penumbra, había atravesado varias salas palaciegas. Escuchó la voz que afirmaba con orgullo y pedantería: «Ningún otro pintor ha mirado con más amor, admiración y respeto a su modelo como lo hizo Madrazo al retratar a doña Amalia».
Fingiendo indiferencia, ella contestó que eso podía ser cierto, pero que nadie había pintado azules como los que pintaba Patinir, y que había algo en el vestido que... Y mientras las palabras salían de su boca,  pensó en lo mucho que le gustaría ser la mujer de quien se dijeran tales cosas. Se imaginó cómo sería ser mirada con esos ojos. 
Él fue consciente que su comentario escondía lo que sentía por ella, pero no era el tipo de hombre que contara con el valor para decir una cursilería semejante. 
Los dos sonrieron frente al cuadro durante un par de minutos más. Luego, en silencio, abandonaron la sala.

   

12 marzo 2013

D DE DIBUJO, L DE LIBRO, P DE PINTURA O DE CÓMO PABLO GALLO Y YO NOS CONOCEMOS SIN CONOCERNOS.


A. Por fin he tenido tiempo de visitar a mi antiguo jefe.  El buen hombre me recibe con la misma calidez y afecto de siempre. Saluda feliz y emocionado, y luego de unos minutos, me dice que la profesora X, a quien no conozco personalmente y con la que sólo he intercambiado un par de correos electrónicos, me ha enviado su más reciente libro. Dice que me lo envía con cariño y que sabe que en él encontraré un texto que será de mi interés. Recibo el libro y, después de algunos minutos más de conversación, salgo un poco desconcertada de la que, hasta hace unos meses, también fuera mi oficina. Abro el libro. Lo reviso con ansiedad y asombro, intentando entender cómo alguien que no me conoce puede conocerme, cómo puede saber qué me interesa. Repaso el índice en el que aparecen nombres como Nikolái Gógol, Carson McCullers y Clarice Lispector, entre otros que me gustan pero no llenan la expectativa de un regalo como ese. Llego al último capítulo y sonrío. Ahí está el extraño y melancólico Robert Walser. Sigo sin entender cómo ha logrado saberlo, pero sé que era a ese capítulo al que se refería la señora X. Le agradezco mentalmente y guardo el libro en mi bolso. 

B. Llevo un par de días dándole vueltas a un asunto sobre el que quiero escribir, pero, para variar, no sé bien cómo hacerlo. Mientras eso sucede, me avisan que por fin podré ver el libro en el que colaboré hace algo más de un año. Voy a buscar mi ejemplar cuanto antes. Lo tomo con una desbordante ilusión que se desvanece un minuto después al ver la desastrosa portada en la que parece que un hombre estuviera siendo atacado por una decena de libros. Pienso en todas las conversaciones que he tenido sobre la belleza de los libros. Pienso en el contenido, pero también en todos los elementos que pueden "hacer" a los libros buenos y bonitos libros. Imagino grandes portadas, ilustraciones y pinturas históricas. Pienso, suspiro y guardo el libro en mi bolso.

C. Miro, repaso y vuelvo a admirar su trabajo. Me gusta imaginarme cómo llegó a interesarse en la literatura. Invento su voz y una conversación en la que me cuenta su historia. Leo esa bonita entrada en su blog sobre la pintura de la mercería coruñesa que, curiosamente, se llamaba Veracruz. Invento el día en el me dice que ha decidido hacer para mí una nueva "Lectora buscando un pasaje", y que quiere que me siente a buscar algo en un libro de Walser. Busco a Greg Stevenson. Prefiero regresar a su página y repasar Anti-faces, El libro del voyeur, intento encontrar algo más sobre HiperHibridos. Escribo esto escuchando a Nacho Vegas mientras me pregunto por el carácter de su trazo y el ímpetu de sus pinceladas. Cierro su blog y, mentalmente, guardo sus pinturas en mi bolso.  


Lectora buscando un pasaje                                                                            Lector ensimismado
(Colección particular, 81 x 72, acrílico sobre lienzo)     (141 x 86 cm, acrílico sobre lienzo) 

            


















                                    En la cama con Chéjov (50 x 100 cm, acrílico sobre lienzo)



 
La chica que no podía dejar de leer a Sade
(50 x 65 cm, acrílico sobre lienzo)


Lectora compulsiva
(73 x 60 cm, acrílico sobre lienzo)




Lectora de sala de espera
(60 x 60 cm, acrílico sobre lienzo)


LOS RAMONES
(Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez)
Dibujo de la serie HiperHibridos


Pd. Recomiendo especialmente la serie Demasiada calma en la ciudad.